#Opinión Por Karina Cancino
Después de que el gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero anunció la construcción de un nuevo estadio de fútbol «Nicolás Álvarez Ortega» en Tepic, que ya en febrero dijo que se destinarán recursos propios —en los terrenos donde alguna vez estuvieron los estadios originales, que fueron derrumbados por el exgobernador priista Ney González Sánchez para construir ahí la llamada Ciudad de las Artes—, vuelve a escena una disputa entre proyectos que no terminan de cuajar y que reflejan más los egos de quienes gobiernan que un verdadero plan de desarrollo para el estado.
Lo paradójico es que hoy se apela a la nostalgia por esos estadios que Ney González eliminó, como si el olvido institucional fuera un argumento para justificar nuevas demoliciones. Ni uno ni otro han priorizado el bienestar colectivo: uno borró la historia deportiva para imponer su obra cultural; el otro borra la cultural para levantar infraestructura deportiva.
Y en medio, la ciudadanía pierde, porque si Navarro Quintero dice que no hay ni para pagar el agua de esos espacios, —¿pero, los recursos propios no se pueden también destinar al sitio?—que se audite también a sus antecesores, a Ney, a su amigo Roberto Sandoval, y a todos los que han dejado elefantes blancos a su paso.
El anuncio volvió a prender el foco rojo sobre el abandono de la Ciudad de las Artes, un complejo que en su momento prometía ser un punto de encuentro para la formación artística, pero que con el paso del tiempo se fue quedando solo, primero por la falta de políticas públicas reales y constantes, y después por el desinterés abierto de los gobiernos que llegaron.
Seamos honestas, nunca ha habido un proyecto cultural gubernamental para Nayarit. Lo que hay son eventos. Bailables, festivales, funciones repentinas… y ya. No se concibe a la cultura como un derecho ni como parte del desarrollo social, y mucho menos como una vía para el pensamiento crítico.
Y eso se refleja en la formación de los mismos artistas locales, que muchas veces repiten esa lógica de lo inmediato, de lo funcional, de lo superficial, particularmente entre esos que han llegado a los altos cargos y sus gestiones resultan más de lo mismo.
Dentro de lo grave, es que no hay un sentido comunitario estatal que conecte a Tepic con los otros 19 municipios del estado. Todo se concentra aquí, como si lo que no ocurre en la capital simplemente no importara.
Y claro, es fácil hacer como que se apoya a la cultura cuando el modelo es llevar a los niños a bailar en un evento cívico o presentar un libro, un concierto un algo cada tanto. Pero eso no es desarrollo cultural. Eso es simulación.
Ahora, con este nuevo anuncio, no hay una sola consulta pública, ni un estudio que explique por qué demoler lo que ya existe.
La nostalgia puede ser un recurso político muy efectivo, pero eso no justifica que se tiren recursos públicos a la basura, y si la lógica del actual gobierno es decir que no hay dinero para mantener espacios como la Ciudad de las Artes, entonces debería haber sanciones para quienes la construyeron sin planeación, sin sostenibilidad y sin visión.
El deporte también es importante, pero no en lugar del arte, sino junto a él; forman parte del mismo objetivo, el desarrollo integral de las personas.
Lo preocupante es que en los discursos del partido oficial se habla de “nuevo humanismo mexicano”, mientras se desmontan los espacios que hacen posible la expresión y el pensamiento.
Eso no es humanismo, es propaganda.
Mientras tanto, hay hospitales sin insumos, médicos que advierten que no pueden atender bien por falta de recursos, y un hospital psiquiátrico que sigue sin construirse, a pesar de haber sido una promesa del propio gobernador. La salud mental empieza por el reconocimiento del otro, de sus necesidades, de su derecho a existir con dignidad. Y ni eso se garantiza.
La ciudadanía no puede seguir siendo espectadora de estos caprichos. La gente que se formaba en la Ciudad de las Artes merece respuestas.
Las y los nayaritas merecen saber por qué el gobierno prefiere construir de nuevo, en vez de mantener lo que ya tiene, y si no hay espacio para la cultura, tampoco lo habrá para la memoria, para el pensamiento, ni para la crítica. Eso, en estos tiempos, es más grave de lo que parece… Y mañana hay que ir a votar por otro elefante…